Olvida por completo mi crucifixión,
pues el Amor no puede ser crucificado jamás.
Y recuerda siempre mi resurrección,
que significa la aceptación total del Amor de nuestro Padre.
No camines por el mundo sin mi guía, pues te perderás.
Acude a mí en todo momento y en toda tribulación,
porque soy tu salvador. Así lo decidió nuestro Padre.
Yo acepté esa función sagrada por el inmenso amor que te tengo.
No tengas miedo de nada; sólo sigue los pasos que yo te enseñé.
Mi luz está en ti; en ti está el Amor; no puedes deshacerte de Él,
porque la Voluntad de nuestro Padre es que nunca te separes de Él, aunque lo intentes una y otra vez.
No debes tenerle miedo a Su Amor ni al mío, pues en ello está tu liberación del dolor. Sígueme, que en mí, el andar hacia la Luz es ligero. Sígueme y no te escondas en la oscuridad de tus resentimientos. Yo soy la Luz del mundo, y en Ella la oscuridad no prevalecerá.
Amén.
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