Jesús dice:
Eres luz. Eres hijo de Dios. Tu Padre Celestial te ama. Eres parte de mí. Eres uno conmigo.
Estás en mis brazos; te llevo como a un bebé, pues es lo que eres en este mundo.
En la Luz de nuestro Padre, crecerás... y te harás adulto espiritualmente, y luego recordarás tu perfecta inocencia, que se encuentra en tu espíritu; entonces sabrás que siempre has sido digno del Amor de Dios y del Cielo, y finalmente, los aceptarás en toda Su Gloria.
Recordarás, entonces, tu Ser que compartes con todos tus hermanos, y así habrá acabado el sueño de separación.
Siempre has estado unido a Dios y a mí, y en esta unión, tu verdadero Ser ha estado protegido de toda maldad y ha conservado su hermosura, tan pura y llena de Luz que ante ella todas las estrellas del Universo quedan eclipsadas y sin vida.
Te doy mi paz, te doy mi amor, te doy mi luz... sin condiciones. Acéptalos, y en ellos encuentra la salvación.
Yo te espero y te esperaré por siempre, hasta que decidas venir a mí y me pidas que te lleve ante nuestro Padre, y en Su Amor seas lo que eternamente ha sido Su Voluntad: Su Hijo Amado... Su Tesoro más preciado.
Amén.
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